Tortour

El rapero alemán Curse pregunta en su canción Hassliebe (amor-odio): «¿Es posible amarse y odiarse al mismo tiempo?». La respuesta está clarísima: ¡sí! Para el equipo de FOCUS, los desplazamientos en bici al trabajo son un ejemplo perfecto de amor-odio, especialmente en invierno. La ida y vuelta diaria a la nueva sede central en Filderstadt son un dilema entre el placer y la frustración. A continuación, un homenaje (muy personal) al trayecto de ida y vuelta al trabajo.

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Zumbidos, estridencias, pitidos… el despertador no escatima medios para sacar a la mente de sus ensoñaciones, de sus sueños repletos de bicicletas. Y lo consigue. ¿Pero por qué se hace tan difícil subirse ahora a este objeto de ensueño? Porque fuera hace frío, porque bajo la manta se está calentito, y porque siempre va a costar trabajo, no importa cuánto tiempo lleves haciéndolo. ¿Haciendo qué? Ir al trabajo, esos desplazamientos diarios que tienen también su hueco en Strava. La aplicación permite incluso registrar estos desplazamientos, que se conocen en inglés bajo el término commuting. Al fin y al cabo, no se trata más que de pedalear hasta el trabajo. Si es en bicicleta de carreras o de montaña, depende de cada uno. Pero no hablamos de trayectos cortos que se hacen con ropa de oficina, sino de los de verdad, para los que tenemos que utilizar ropa específica de bicicleta que habrá que cambiarse al llegar. Claro, que eso solo merece la pena a partir de una cierta distancia. 

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Esta distancia es la quintaesencia del dilema: el dilema entre el gozo y el sufrimiento. Nunca se afronta con ilusión ni con ganas, la alegría siempre se experimenta después. En el caso de FOCUS, se trata habitualmente del trayecto entre las ciudades alemanas de Stuttgart y Filderstadt. Aproximadamente 15 kilómetros por el camino más corto. Aunque, si se estira, pueden ser tranquilamente 25 kilómetros de trayecto o más. Todo depende del ánimo y del tiempo que haga. No hay que subestimar el esfuerzo de logística al que se enfrentará quien quiera empezar a desplazarse en bici al trabajo: llevar adelante dos hogares, es decir, tener ropa y productos de aseo tanto en el trabajo como en casa. Y una vez que esté todo listo se alcanza una cierta rutina. ¿O no?

«Lo que me mantiene motivado es descubrir nuevas rutas», explica Thomas Trapp, ingeniero jefe en FOCUS. Y, a continuación, deja salir un torrente interminable de palabras que describen posibles desvíos que esconden nuevas experiencias. La descripción está salpicada de fabulosos nombres de bosques que parecen sacados de cuentos de hadas. Es contagioso. Así que… ¡en marcha!

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Café con croissant de chocolate

Me lavo el sueño de la cara y me enfundo la ropa de bici. Evalúo la situación y me entran dudas. ¿Y si voy en tren? No, hay que mantenerse firme. El primer escalofrío que te recorre la espalda cuando sales a la calle. La primera pedalada que te pone en movimiento. La primera sorpresa, cuando, de repente, no te encuentras tan cansado como te parecía solo unos minutos antes. La parada en la panadería. Café con croissant de chocolate. El día no podía empezar mejor.

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La otra alternativa es difícil de soportar: estás sentado frente a tu escritorio y hoy no has venido en bici. Patrick Schmidt (ingeniero de diseño) atraviesa la puerta completamente oculto bajo su pasamontañas, y lo baja descubriendo su cara. Tiene las mejillas rojas, los ojos algo llorosos y salpicaduras de barro por todo el cuerpo. Te asalta un raro sentimiento de envidia y arrepentimiento. ¿Pero por qué? ¿Por qué la visión de este arcaico «ciclista de diario» no es desalentadora? ¿Por qué habré venido hoy en tren?

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«Forma parte del trabajo», explica el ingeniero de diseño Mario Pöss, que seguramente sea quien acumula en sus piernas más kilómetros de prueba con la JAM². «La subida a Birkenkopf es ya prácticamente un clásico. Incluida la espectacular salida de sol sobre Stuttgart. Que, por cierto, es otra recompensa que nunca nos cansamos de ver».

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El camino nunca defrauda

Se trata de una profecía autocumplida: el camino nunca defrauda. No hay trayecto sin su momento culminante. El rojo atardecer, que es más naranja que rojo, y del que ya hemos hecho infinidad de fotos, pero por el que siempre volvemos a pararnos para sacar una foto más. La caída que evitamos por los pelos. El ataque iniciado en el momento oportuno para batir al compañero de trayecto que, en realidad, es más fuerte que nosotros. La vez que llegas tarde al punto de encuentro acordado y lo das todo para intentar alcanzar al grupo y ponerte a su rebufo. Pequeños rodeos para evitar los coches, que atesoras como grandes éxitos. El minúsculo trozo de tierra iluminado por el faro de tu bici, que, en este momento, es el único trozo de tierra que te importa. Rara vez te sientes tan heroico como en los desplazamientos en bici al trabajo.

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Cada estación del año es diferente. Los árboles bañados en niebla. Las siluetas que la luz proyecta en el suelo del bosque al atravesar el follaje. El bosque sumergido en innumerables colores. El amarillo tostado de los girasoles dispuestos en hilera. El goteo monótono tras el aguacero. El horizonte pincelado de rosa intenso por el sol. Los paisajes en blanco y negro, desprovistos de cualquier resto de color. Las ramas que crujen bajo el peso de la nieve. Un cuadro puntillista formado por cientos de flores. El aire impregnado del intenso aroma del ajo silvestre. Estalactitas de hielo de varios centímetros en la barba. El rechinar de los neumáticos sobre la grava. El piar de los pájaros que han capturado un gusano. El viaje hacia el cielo incandescente. Te parece estar en una película. Cabalgamos hacia la puesta de sol, como Lucky Luke. Cada viaje cuenta su propia historia. Tu historia.

¿Algún trayecto de ida o vuelta al trabajo del que arrepentirse? ¡Nunca! Es lo que es: la perfecta combinación de desafío y recompensa.

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