A todo gas en Islandia

Nuestra FOCUS PARALANE es una bicicleta de carretera superrápida y, además, capaz de mucho más. Lleva en su ADN los genes de la aventura. Ninguna bicicleta de la familia PARALANE encarna ese anhelo por explorar territorio desconocido como es el modelo FACTORY. Con neumáticos perfilados de 30 mm, cambio de 1x11 y la opción de instalar de manera rápida y sencilla los guardabarros, la PARALANE Factory está lista para los caminos no asfaltados y el mal tiempo. ¿Hasta dónde es capaz de llevarte esta bici de carretera nacida para la aventura? Nosotros la hemos puesto a prueba y enviado a Islandia a Jeremy Powers, campeón estadounidense de cyclo-cross, con el fin de explorar los límites de la PARALANE. Este es su diario de viaje.

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Día 1: Llamada de FOCUS. Sí, naturalmente que ya he oído hablar de la nueva PARALANE. Y por supuesto que estoy deseando de probar esta nueva bici de carretera. Y además en Islandia, sencillamente flipante. No he estado nunca allí. A ver lo que me espera. Aterrizo en Reykjavik a última hora de la tarde, mi PARALANE ya me está esperando en la recepción del hotel.

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LAS AVENTURAS COMIENZAN ALLÍ DONDE ACABA EL ASFALTO

Día 2: El día es joven. Mi jornada empieza pronto en Reykjavik, dejo casi todas mis cosas en el hotel y solo me llevo lo estrictamente necesario. Ya en la carretera nacional me dirijo al sudeste sin un rumbo fijo. La carretera tiene buen aspecto: sólido asfalto hasta que la vista alcanza. Después de 120 kilómetros, la marcha se hace monótona; definitivamente yo he nacido para terrenos más escarpados. Por suerte, tengo en la PARALANE un compañero del alma. Al llegar a la cascada de Seljalandsfoss me desvío dejándola atrás. Por aquí corretean numerosos turistas. Un reguero continuo de enanitos de jardín con gorros de colores para protegerse de la lluvia pasea por detrás de la cascada. Acelero y dejo a las masas detrás de mí.

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LAS AVENTURAS COMIENZAN CUANDO SE ALTERAN LOS PLANES

Por delante tengo una pista de grava. En el horizonte se distinguen unas montañas. Rayos de luz se vislumbran entre las nubes e iluminan manchas verdes y blancas que se unen formando un mosaico. Desinflo un poco los neumáticos. La carretera se vuelve cada vez más agreste. Roca volcánica negra y afilada flanquea mi camino. Mi PARALANE me azota hacia adelante, parece disfrutar de la aventura tanto como yo. Estoy hechizado por el paisaje que, después de mostrarse como una inmensidad gris, vuelve de repente a revelar montañas verdes. Vadeo un lecho de río tras otro. Me echo la bici al hombro, busco un paso poco profundo, continúo pedaleando. 24 kilómetros de pista de grava después llego a un campamento en el que normalmente solo aparcan enormes vehículos todoterreno. Y aunque la recepcionista me inspeccione con cara incrédula, sé que estoy en el lugar correcto. Alquilo una habitación, ceno de primera y caigo rendido en la cama.

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Día 3: La noche no ha sido precisamente oscura, lo que no me ha impedido dormir como un tronco. Con el desayuno en el estómago, los bidones llenos y una ración de comida en el equipaje para pasar el día me monto en mi PARALANE. A lo lejos veo un glaciar impresionante. Se trata del famoso Eyjafjallajökull, cuya erupción en 2010 provocó el colapso total del tráfico aéreo sobre el norte y el centro de Europa. Lo tengo que explorar. Doy rienda suelta a la PARALANE, dejo que derrape en la grava. En agradecimiento, se me clava una amplia sonrisa en el rostro.

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De vuelta a carreteras asfaltadas, entablo una conversación con un lugareño al realizar una breve parada para tomarme un expreso. Me habla de un río caliente al que, aunque se encuentra cerca de mi ruta, no resulta fácil llegar: Reykjadalur cerca de Hveragerdi. Otra vez dos de esos nombres imposibles de pronunciar, pero que en Scrabble dan puntuaciones inimaginables. En mi lista de cosas que hacer en la vida, bañarse en un río caliente ocupa sin duda una posición en cabeza.

Por eso, ni siquiera me planteo la opción de evitar el rodeo. De nuevo abandono la carretera asfaltada. Durante cuatro kilómetros pedaleo montaña arriba por un trazado que más bien parece un circuito de cyclo-cross. Embarrado, estrecho y exigente. Me siento en casa. Una cascada flanquea mi camino mientras que la carretera cada vez se empina más. La tierra en ebullición que calienta el río se anuncia desde lejos. Por todas partes asciende vapor de la tierra.

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Paso junto a agujeros burbujeantes que exhalan calor y vapores blancos escapan de la tierra a mi alredededor. Al atravesar una nube densa pierdo brevemente la orientación. Al parecer he llegado al punto más alto. La niebla se disipa y desvela una vista espectacular sobre el río. Un valle verde y humeante me invita a hacer un alto en el camino. Dos ríos, uno caliente y otro frío, confluyen aquí y se mezclan alcanzando la temperatura perfecta. Me siento en medio del río y lavo mis penurias. Algo aturdido, siento que no quiero volver a abandonar jamás este río.

JEREMY POWERS
utilizó la PARALANE

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